Leonel Maciel - Figuras en verde

Leonel Maciel - Figuras en verde

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Done in 1989. 29" x 21". Signed and numbered 13/50. In outstanding condition. Done in 1979.

Born in Petatlan, Mexico, Leonel Maciel studies at the Esmeralda School of Painting, Sculpture and Print in Mexico City. He is an established Mexican artist who has achieved International fame. His work is marked by brilliant colors, strong lines and a certain naivete.

Mario Monteforte Toledo has said of his work: "An art like that of Maciel's, reaffirms and revives faith in the eternal values of the country, not only those of the art world, but of the culture in general. This work is, above all else, a global expression of culture. Here there isn't folklore, chauvinism, or obvious message. This is baroque art that initiates thought and a desire to know and enrich the knowledge of society."

 

Es un pintor que quería ser aviador, tal vez por eso es un gran viajero y un buscador de sitios desconocidos. Se negó a ser pintor hasta que la pintura lo acorraló, nació en 1939, y dibuja con decisión desde los ocho años, estudió en la Esmeralda, pero la vida fue la que le mostró lo que debería pintar.

“NO ME INTERESA SER MODERNO, EL ARTE NO TIENE TIEMPO”

Vital, memorioso, sabio, hedonista, vive en Cuernavaca rodeado de su obra y sus amigos, le gusta cocinar y su pintura es parte de ese placer.

 

LA PINTURA ES DESTINO

Saliendo de La Esmeralda no sabía qué hacer, porque a mí no me interesaba ser pintor. El destino mete su cuchara donde no debe y resulta me ofrecen un trabajo en la Unidad Independencia que la inauguró López Mateos del brazo de Charles de Gaulle, me da la cátedra de pintura y nosotros inauguramos los talleres de arte. Entré a dar clases ahí y en La Esmeralda, y me puse a pintar con los alumnos pero llegó un momento en que me di cuenta que yo no servía como maestro, los alumnos me hacían enojar mucho, terminaba peleándome con ellos. No servía yo para dar explicaciones, ¿qué hice? Me fui a Europa.

VIVIR PARA VIVIR

Muchos dirían que en Europa vieron muchísima pintura, yo vi lo que tenía que ver. Para empezar fui a Nueva York, luego Islandia, luego el resto de Europa, allá no hice nada más que andar caminando y llevar la vida como se me iba presentando, como me ha sucedido siempre. Pablo Neruda escribe en su hermoso libro Confieso que he vivido, tengo un amigo que murió hace unos siete años que le gustaba mucho el trago y él escribió que confesaba “cómo había bebido”, yo confieso que “no sé cómo he vivido”.

 VIVIR HOY Y AHORA

Cuando yo decidí dedicarme a la pintura me dije “si voy a ser pintor, voy a hacer lo que se me antoje”. No estoy por el estilo, no me interesa el estilo, no me interesan las escuelas, no me interesa el pensamiento de los demás, me interesa lo que yo voy pensando de acuerdo al mundo que me ha tocado vivir. Voy desarrollando mi propio pensamiento. Que si mi pintura es actual, que si no es actual, digo, mientras yo la esté haciendo es actual. Eso que dicen “no qué, es que en mis tiempos…” mis tiempos han sido desde que yo nazco hasta que vaya a morir, todo es mi tiempo.

CREAR SIN TIEMPO

Nos hemos ido volviendo muy asépticos al hacer arte y me refiero en términos generales. Cuando escucho a los muchachos que hablan de música “que si es el rock, que si es el otro, que si por aquí, por allá”, bueno, ¿y dónde está la rebeldía del creador? ¿Por qué todo tiene que ser de allá? ¿Qué no tengo nada adentro, no hay nada en mi pequeño entorno nacional que me influya, que me dé? En el arte, todo lo moderno nos lo tienen que mandar de afuera ¿qué es lo que pasa? Nosotros nos colgamos en el tren, pero ni siquiera adentro del tren, ni siquiera adentro del cabús, sino colgados del cabús. Y a todo esto ¿por qué tengo que ser moderno? No me interesa ser moderno, el arte no tiene tiempo.

PINTAR EL TODO

Siempre he dicho que no es tema, el tema es un pretexto, el tema puede ser ahorita, lo que estamos hablando son ideas, lo que estoy viendo me da ideas. Pero, ¿cómo voy a tratar el tema? Antes existían los temas heroicos y hubo un momento en que eso se supera, el tema puede ser, qué sé yo, el vuelo de una mosca, o la nada ¿qué voy a hacer con la nada? ¿Cómo voy a tratar la nada? Lo importante es saber qué hacer con eso.

 EL SOL DE LEONEL

Es que por pintar un Sol amarillo sobre un fondo negro dije “al Sol lo vemos a través de un gran vidrio, y en todas imágenes que vemos por fotografía, por los telescopios, el Sol está lleno de formas, de manchas”, y empecé desde el fondo amarillo hacia delante hasta llegar a estas manchas rojas. Después me digo “persona es vida y es muerte, y ¿cuál es la planta creadora de nutriente del mexicano y que ahora es del mundo?” El maíz y nosotros somos la cultura del maíz, los primeros hombres fueron de maíz, pero primero viene Nanahuatzin, el Sol, y luego Tecuciztécatl, la Luna, y siempre me ha gustado la Luna menguante ¿por qué no ponerla ahí? Entonces es vida y muerte.



 

Mexico has the oldest printmaking tradition in Latin America. The first presses were established there in the 16th mainly to print devotional images for religious institutions. Because of their ephemeral nature, few of these early impressions survive. A rare early exception is a 1756 thesis proclamation printed on silk presented by a candidate for a degree in medicine. With the introduction of lithography to Mexico in the nineteenth century, printmaking and publishing greatly expanded, and artists became recognized for the character of their work. José Guadalupe Posada (1851–1913) is often regarded as the father of Mexican printmaking. His best-known prints are of skeletons (calaveras) published on brightly colored paper as broadsides that address topical issues and current events, love and romance, stories, popular songs, and other themes. Posada demonstrated how effective prints were for creating a visual language that everyone could understand and enjoy. In the early twentieth century, their example had a profound impact on artists who, in response to the turbulent political climate and social unrest, were similarly eager to reach broad audiences.

 

The best-known artists in Mexico from the early decades of the twentieth century are Diego Rivera, José Clemente Orozco (1883–1949), and David Alfaro Siqueiros (1896–1974)—“Los tres grandes” (The Three Greats). They were all committed to politics but expressed their views through their art in very different ways. Of the three, Rivera—who returned to Mexico from Europe at the invitation of the government in 1921 to work on a mural project—rose to greatest prominence. Rivera’s 1932 lithograph Emiliano Zapata and His Horse, based on a detail from one of his murals at the Palace of Cortés Cuernavaca to the south of Mexico City, has become an iconic twentieth-century print. Zapata was a landowner-turned-revolutionary who formed and led the Liberation Army of the South. He embodied the aims of agrarian struggle that aspired to improve conditions for those who worked on the land. Zapata was assassinated in April 1919. Rivera’s print conflates different moments of oppression with optimistic emancipation. It was commissioned and published by the Weyhe Gallery in New York for sale to American collectors. Orozco and Siqueiros also made prints for the U.S. market, a number of which are devoid of political content.

 

The establishment of the print collective known as the Taller de Gráfica Popular (Workshop of Popular Graphic Art, TGP) in Mexico City in 1937 best expresses the symbiosis between prints and politics that had developed in Mexico. Its founders, Leopoldo Méndez (1902–1969), Luis Arenal (1908/9–1985) and Pablo (Paul) O’Higgins (1904–1983), were committed communists who abandoned mural painting to concentrate on printmaking, demonstrating how important prints had become as a vehicle for artistic, social, and political expression. Some of its members had belonged to the League of Writers and Revolutionary Artists (LEAR), which had been launched in 1934. The TGP has a fascinating history steeped in astonishing artistic production and political intrigue. The Bolshevik revolutionary and Marxist theorist Leon Trotsky arrived in Mexico in 1937, much to the horror of the communists represented by Siqueiros, who regarded him as a pro-fascist provocateur. Rivera was a supporter of Trotsky and established a Mexican branch of the Fourth International, a socialist organization that had its own journal, Clave, and ran articles attacking the USSR and the Mexican Communist Party. Siqueiros, then a guest member of the TGP, with fellow printmakers Antonio Pujol (1913–1995) and Luis Arenal, led an attempt to assassinate Trotsky in May 1940. The TGP workshop was their rendezvous point. After the failed attempt, Pujol ended up in prison and Siqueiros fled the country. Their action caused terrible ruptures in the TGP, with some remaining committed to the communist cause and others pressing for a more moderate line.

 

By 1947, the year that the Society of Mexican Printmakers was founded, printmaking had broadened its horizons far beyond its proletarian roots. In fact, printmaking was now considered to be the most intimate of media. Post World War II artist felt a need to reassert private values in opposition to highly politicized work. They opened the way to more subjective investigations of personal identity and myth.

 

Jose Luis Cuevas, Rufino Tamayo, and Francisco Toledo are fine examples of the new sensibility. These later artists have kept alive Mexico’s reputation for excellence in the graphic arts. A common Mexican trait on either side of the U.S.–Mexico border is the passionate interest in Mexicanidad (Mexicanness) and what comprises Mexican identity. Perhaps this obsession to understand the concept of Mexicanidad comes from nearly five centuries of mestizaje – the interracial and cultural mixing that first occurred in Mesoamerica among Native Indigenous groups, European Spanish and enslaved Africans during the 1520s. By the 18th century, Mexican identity had developed. Mestizaje was the process that constructed it. The museum’s permanent collection showcases the dynamic and distinct Mexican stories in North America, and sheds light on why Mexican identity cannot be regarded as singular; its vast diversity defies any notion of one linear history. -

 

Nuestras Historias destaca la colección permanente del museo, la cual expone las historias dinámicas y diversas de la identidad mexicana en Norteamérica. La exhibición muestra la identidad cultural como algo que evoluciona continuamente a través del tiempo, de regiones y de comunidades,  en vez de señalarla como una entidad estática e inmutable, exhibiendo para esto, artefactos mesoamericanos y coloniales, arte moderno mexicano, arte popular, y arte contemporáneo de los dos lados de la frontera EE.UU-México.  La gran diversidad de identidades mexicanas mostradas en estas obras desafía la noción de una sola historia lineal e identidad única.